Por Vladimir Torres Navarro
Con el inicio del 2017 entraron
en vigor seis aumentos, entre ellos el de la gasolina. Lo que ha desatado una
serie de manifestaciones en contra, debido a que el gobierno federal había anunciado
la cancelación de dicha medida. En particular el federal y en general los
gobiernos locales, están teniendo una serie de complicaciones para comunicar
sus decisiones con éxito. Al parecer, la decadencia de su credibilidad tiene
que ver con que sus símbolos históricos y tradicionales han perdido vigencia.
Actualmente existen pocos motivos que les ayuden a generar consensos
mayoritarios.
La gasolina, el gas, la
energía eléctrica, los productos lácteos con azúcar, la televisión de paga, el pasaporte,
suman seis aumentos que encarecen la vida de los mexicanos. Y si le sumamos la probabilidad de aumentos colaterales
como el transporte público y la transportación por volumen, la constante
depreciación de la moneda frente al dólar, ponen al panorama de los
sudcalifornianos y mexicanos en una posición poco alentadora, sobre todo porque
existen pocas razones que convenzan a pueblo de que esas políticas, como decía
Noam Chomsky “son medidas dolorosas pero
necesarias” al referirse a las estrategias de manipulación mediática.
El gobierno federal ha
intentado de todo, entrevistas en medios tradicionales y alternativos; campañas
aspiracionales, descriptivas; explicaciones bastas, acotadas, ilustradas, vaya
hasta el silencio y el perdón les ha resultado en críticas férreas.
Esta crisis comunicacional
poco a poco se va trasladando a los gobiernos locales y municipales. Porque no
tiene que ver con personas o partidos políticos en particular, bueno, en
algunos casos sí. Pero digamos que en lo general está sucediendo a todos los
niveles y tiene que ver con algo más allá de un discurso.
Recordemos que, precisamente
el Estado como ente regulador de las relaciones, de la protección y de la
promoción del desarrollo se fundó a partir del uso de símbolos. Según los estudios
dedicados a comparar las formas de organización de seres humanos y animales
(biología política) lo que nos distingue plenamente es la comunicación
simbólica. Es decir, la capacidad de emitir mensajes, representar acciones,
sanciones, temores y logros a través de formas diversas, que la mayoría interpreta
de similar forma.
Aunque concedimos al Estado el
monopolio del uso de la fuerza física, lo que sostiene a los gobiernos han sido
sus símbolos. Los poderes formales se representan, por ejemplo, con escudos,
como el del Ayuntamiento de La Paz, que tiene una espada y una cruz como
símbolos de poder. Identificamos a la policía, por sus escudos, pero también
por colores como el azul y rojo, que representan su capacidad coactiva y
preferencial.
Así los gobiernos a través del
tiempo han utilizado símbolos para sostener su poder, recordemos que en nuestro
país, hay “héroes que nos dieron patria” y
la patria es nuestra madre, tal como dice el himno nacional “Un soldado
en cada hijo te dio”. Esa “madre” y esos “héroes” fueron motivo de cohesión por
décadas. Hasta que poco a poco, se ha reescrito la historia para dar cuenta de
las traiciones que sucedieron en cada episodio, por ejemplo, en la revolución,
los cuales fueron protagonizados por nuestros “héroes”, esos que nos hacían
sentirnos orgullosos.
Hoy, esos escudos, colores,
personales, instituciones han perdido significado en la vida de los mexicanos,
ya no representan sus cotidianeidad ni sus aspiraciones. Los motivos son
diversos y quizá todos debatibles, sin embargo, lo que es un hecho es que actualmente,
ya ni la selección mexicana inspira a la sociedad. Por cierto, hubo una campaña
que intentó promoverla como símbolo nacional.
Ello explica, que existan
nuevas tendencias que los gobiernos están adoptando, en éste intento por
renovarse para conservar o acceder al poder público. Sin embargo, lo que
demanda la sociedad no es una estrategia comunicacional a partir de una
producción audiovisual, sino que existan hechos que representen una nueva forma
de ejercer el poder, porque muchos ya no se sienten personificados.
Aunque las sus protestas
puedan ser o no las atinadas, lo que es claro es que la gente está rechazando
no sólo el discurso sino el ejercicio del poder, cualquier explicación sobre
los aumentos será percibida negativamente, porque representan aspectos que los
ciudadanos ya no toleran como el abuso, la incapacidad o la mentira.
Responden críticamente a
cualquier argumento porque lo que demandan son hechos que le devuelva la
confianza. Lo que esperan es un motivo para creer de nueva cuenta, esa
aspiración no va a ser representada por los elementos que disponen los
gobernantes, porque deben partir de un paradigma distinto.
Los nuevos símbolos de unidad
nacional surgirán de la interpretación ciudadana, no de una óptica partidista,
es decir de resultados. Recordemos que hechos
son amores.
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