lunes, 23 de enero de 2017

Los gasolinazos, un problema simbólico



Por Vladimir Torres Navarro

Con el inicio del 2017 entraron en vigor seis aumentos, entre ellos el de la gasolina. Lo que ha desatado una serie de manifestaciones en contra, debido a que el gobierno federal había anunciado la cancelación de dicha medida. En particular el federal y en general los gobiernos locales, están teniendo una serie de complicaciones para comunicar sus decisiones con éxito. Al parecer, la decadencia de su credibilidad tiene que ver con que sus símbolos históricos y tradicionales han perdido vigencia. Actualmente existen pocos motivos que les ayuden a generar consensos mayoritarios.
La gasolina, el gas, la energía eléctrica, los productos lácteos con azúcar, la televisión de paga, el pasaporte, suman seis aumentos que encarecen la vida de los mexicanos. Y si  le sumamos la probabilidad de aumentos colaterales como el transporte público y la transportación por volumen, la constante depreciación de la moneda frente al dólar, ponen al panorama de los sudcalifornianos y mexicanos en una posición poco alentadora, sobre todo porque existen pocas razones que convenzan a pueblo de que esas políticas, como decía Noam Chomsky  “son medidas dolorosas pero necesarias” al referirse a las estrategias de manipulación mediática.
El gobierno federal ha intentado de todo, entrevistas en medios tradicionales y alternativos; campañas aspiracionales, descriptivas; explicaciones bastas, acotadas, ilustradas, vaya hasta el silencio y el perdón les ha resultado en críticas férreas.
Esta crisis comunicacional poco a poco se va trasladando a los gobiernos locales y municipales. Porque no tiene que ver con personas o partidos políticos en particular, bueno, en algunos casos sí. Pero digamos que en lo general está sucediendo a todos los niveles y tiene que ver con algo más allá de un discurso.
Recordemos que, precisamente el Estado como ente regulador de las relaciones, de la protección y de la promoción del desarrollo se fundó a partir del uso de símbolos. Según los estudios dedicados a comparar las formas de organización de seres humanos y animales (biología política) lo que nos distingue plenamente es la comunicación simbólica. Es decir, la capacidad de emitir mensajes, representar acciones, sanciones, temores y logros a través de formas diversas, que la mayoría interpreta de similar forma.
Aunque concedimos al Estado el monopolio del uso de la fuerza física, lo que sostiene a los gobiernos han sido sus símbolos. Los poderes formales se representan, por ejemplo, con escudos, como el del Ayuntamiento de La Paz, que tiene una espada y una cruz como símbolos de poder. Identificamos a la policía, por sus escudos, pero también por colores como el azul y rojo, que representan su capacidad coactiva y preferencial.
Así los gobiernos a través del tiempo han utilizado símbolos para sostener su poder, recordemos que en nuestro país, hay “héroes que nos dieron patria” y  la patria es nuestra madre, tal como dice el himno nacional “Un soldado en cada hijo te dio”. Esa “madre” y esos “héroes” fueron motivo de cohesión por décadas. Hasta que poco a poco, se ha reescrito la historia para dar cuenta de las traiciones que sucedieron en cada episodio, por ejemplo, en la revolución, los cuales fueron protagonizados por nuestros “héroes”, esos que nos hacían sentirnos orgullosos.
Hoy, esos escudos, colores, personales, instituciones han perdido significado en la vida de los mexicanos, ya no representan sus cotidianeidad ni sus aspiraciones. Los motivos son diversos y quizá todos debatibles, sin embargo, lo que es un hecho es que actualmente, ya ni la selección mexicana inspira a la sociedad. Por cierto, hubo una campaña que intentó promoverla como símbolo nacional.
Ello explica, que existan nuevas tendencias que los gobiernos están adoptando, en éste intento por renovarse para conservar o acceder al poder público. Sin embargo, lo que demanda la sociedad no es una estrategia comunicacional a partir de una producción audiovisual, sino que existan hechos que representen una nueva forma de ejercer el poder, porque muchos ya no se sienten personificados.
Aunque las sus protestas puedan ser o no las atinadas, lo que es claro es que la gente está rechazando no sólo el discurso sino el ejercicio del poder, cualquier explicación sobre los aumentos será percibida negativamente, porque representan aspectos que los ciudadanos ya no toleran como el abuso, la incapacidad o la mentira.
Responden críticamente a cualquier argumento porque lo que demandan son hechos que le devuelva la confianza. Lo que esperan es un motivo para creer de nueva cuenta, esa aspiración no va a ser representada por los elementos que disponen los gobernantes, porque deben partir de un paradigma distinto.
Los nuevos símbolos de unidad nacional surgirán de la interpretación ciudadana, no de una óptica partidista, es decir de resultados. Recordemos que hechos son amores.


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